Regresaba el Málaga CF a la Rosaleda tras la imagen lamentable ofrecida en Mestalla. El naufragio en aquella segunda parte supuso recibir cinco goles, tres de ellos en ocho minutos. “Desde el final de la temporada pasada todo ha sido un circo”, las palabras de Recio tras el partido ponían el punto y final a una pretemporada y un arranque de Liga completamente desastroso.
Con este ambiente la afición se desplazó a La Rosaleda, y sin ser lunes, con el Athletic como visitante. Con un horario decente, el estadio se acercaba prácticamente al lleno. Pero primero se recibió de forma espectacular al autocar del equipo, algo que agradecería más tarde la estrella de la tarde Diego Rolan. Lo que demuestra es que si en los últimos años se ha devaluado el valor de la plantill
a, la afición sigue siendo claramente de Champions.
Comenzó el partido y se desató la locura. Con un jugador menos, un árbitro de más y a falta de poco más de diez minutos el marcador señalaba un contundente 1-3. Se redactaban las crónicas para la despedida de Michel del banquillo malaguista. Ante un escenario tan adverso, en cualquier lugar del mundo, lo habitual es que equipo y afición bajen los brazos pero estamos en La Rosaleda.
Más tarde en la rueda de prensa Ziganda, el entrenador del Athletic, admitía que el apoyo del estadio influyó en el resultado. Y es que no se ve normalmente a una afición animando a su equipo con un escenario tan en contra. . ¿Qué pasó en esos últimos minutos? El ruido y la furia. Pudo terminar el encuentro en 2-4 o 4-3 pero el empate a tres goles pareció lo más justo.
Según algunos psicólogos lo mejor para superar una crisis es tocar fondo, porque desde allí sólo resta subir. Y la receta contra la crisis es la actitud y unidad mostrada por equipo y afición. Así será difícil que se escapen muchos puntos del feudo malaguista, aunque nos atrape la bendita locura.
@sergio_rubio Ilust: David Mena